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viernes, 27 de enero de 2012

HASTA CUANDO SEGUIREMOS ASI?

"Cuando el último árbol haya sido talado, el último animal haya sido cazado y el último pez haya sido pescado, solo entonces, el hombre blanco entenderá que el dinero no se puede comer"

PROFECÍA DE LOS NAVAJOS DE NORTEAMÉRICA

"El petróleo es la sangre de la madre tierra. cuando el hombre blanco haya acabado con él, vendrá el desastre."
PROFECÍA DE LOS INDÍGENAS U´WA DE COLOMBIA
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 "Una mañana de mayo pasado, los viejos madrugadores del pueblo de Marytown, perdido en las costas que bordean el sudeste de los Estados Unidos, se levantaron como todos los días a echarles unas migajas de pan a los pájaros marinos que merodean con mansedumbre por los patios y que se han ido convirtiendo en sus amigos.

Lo que vieron los dejó espantados: las gaviotas de cabeza negra, que son tan bellas, también tenían negro el plumaje. Del pico les goteaba una mancha babosa. No podían levantar el vuelo de la arena, con las patas hundidas en una masa de chapapote pastoso, como el asfalto cuando se derrite. Una de las gaviotas miró a la gente pidiendo ayuda.

Según cuentan los testigos, más allá de la playa, cerca del río, tres garzas morenas habían muerto con los ojos despepitados. El guiso espantoso que navegaba corriente abajo, matando todo lo que se le atravesara, era la mezcolanza de petróleo crudo de la empresa British, que cayó pocos días antes a las aguas del Golfo de México.

A esa misma hora los alcatraces de la bahía de Santa Marta, al norte de Colombia, desayunaban su ración cotidiana de buñuelos de carbón. El periodista Antonio José Caballero, grabadora en mano, esperaba en la playa el regreso de los pescadores que habían salido a trabajar temprano. Mientras aguardaba, la cámara de su teléfono celular retrató la pala enorme de un barco carbonero que arrojaba al mar el polvo negro que sobró en las bodegas.

A esa misma hora, en las playas legendarias de Juanchaco y Ladrilleros, cerca de Buenaventura, los lancheros de cabotaje que llevan carga y pasajeros por los pueblos que se arraciman en las orillas del Pacífico limpiaban sus motores preparándose para un nuevo día de trabajo. Como si fuera la cosa más natural del mundo, arrojaban al mar el contenido de unos tanques repletos de residuos de gasolina, queroseno y diésel. Un langostino magnífico, que medía un jeme, iniciaba el día tomándose su primera taza de combustible. Cuando vi la fotografía en El País de Cali me dieron ganas de echarme a llorar.

A esa misma hora, en la zona industrial de Cartagena de Indias, abierta sobre la bahía del Caribe resplandeciente, los trabajadores de una compañía empacadora se sentaron a desayunar en los comedores de su empresa. En ese momento volvieron a ver, como venía sucediendo en las mañanas más recientes, que una nata de tizne cubría la superficie del café con leche, y que una mermelada negra, tan semejante al betún de limpiar zapatos, se había pegado al pan y al queso blanco.

Entonces, no aguantaron más. Se levantaron todos, sin que nadie los hubiera convocado, y comenzaron a golpear los platos contra los mesones. La algarabía se oyó en media ciudad. Las autoridades ambientales ordenaron el cierre de un muelle vecino, que se dedica a cargar carbón a cielo raso, sin mayores precauciones ni cuidados, sin tubos cerrados ni conductores protegidos. Seis días después el muelle fue reabierto.

A esa misma hora, en la región acuática de La Mojana, que cubre un gigantesco territorio húmedo de los departamentos de Bolívar, Sucre y Antioquia, bajaban resoplando los ríos Cauca y San Jorge, que se desbordan en caños y ciénagas. El apóstol Ordóñez Sampayo, que se ha gastado la vida defendiendo de la contaminación a campesinos, cosechas y animales, apareció en la plaza de Guaranda con el dictamen médico en la mano: los doctores certificaban que los tres niños que nacieron deformes tenían mercurio en el sistema sanguíneo.

El terrible mal de Minamata, como lo saben los japoneses, porque las empresas en cualquier parte del mundo, en Tokio o en Majagual, arrojan porquerías químicas a las corrientes, y primero se pudren las aguas, y después nacen degenerados los peces y los camarones, y después nacen sin ojos los niños cuyas madres, en aquellos caseríos extraviados de la mano de Dios, consumen esa agua y esos pescados.

En las cabeceras de ambos ríos, las compañías mineras, que buscan oro entre la tierra, hacen sus excavaciones con un sancocho de mercurio y ácidos. Arroyos y acequias se llevan el mazacote. Los bocachicos mueren con la boca abierta en los playones. Las espigas de arroz no volvieron a crecer.
En medio del desastre causado por las inundaciones, y como si fuera poco, las yucas harinosas de antes florecen ahora con un hongo químico a manera de cresta. El hambre campea entre los pocos ranchos que no se ha llevado el invierno. Las emanaciones de las lagunas huelen a lo mismo que huele un laboratorio de detergentes.

Hay que decir, también, que los empresarios mineros se defienden diciendo que Ordóñez Sampayo está loco. Claro que está loco: ningún hombre cuerdo expone su pellejo ni dedica su vida entera a defender a un ruiseñor, una mojarra, un plátano pintón, una mazorca de maíz o a una mujer embarazada que carga un fenómeno en el vientre.

Epílogo

Aquella mañana, cuando los pescadores de Santa Marta regresaron a la playa, el periodista Caballero los acompañó en su tarea de descamar y abrirles el buche a los escasos pescados que traían.

-¿Qué es eso? -preguntó, intrigado, al ver unas bolas negras en el estómago de un bagre.

-Carbón, amigo -le contestó uno de ellos, levantando el animal-. Pelotas de carbón. Eso es lo que comen ahora.

Caballero tomó más fotografías y se las llevó a algunos funcionarios de la industria carbonera.

-No se preocupe -le contestó el gerente-. Vamos a construir un nuevo muelle de última generación.

-No lo dudo -dijo el reportero, con una mueca de dolor que parecía sonrisa-. No lo dudo: será la última generación.

El día que Caballero me contó esa historia, y me enseñó sus fotografías, ya no sentí ganas de echarme a llorar, como la vez aquella del langostino bañado en combustible. Lo que sentí ahora fue rabia. Cuando ya no quede una sola hoja de acacia, cuando el último pulpo haya muerto atragantado con ácido sulfúrico y cuando nuestros nietos nazcan con un tumor de carbón endurecido en la barriga, entonces será demasiado tarde. Dispondremos de computadores infrarrojos de última generación, pero ya no habrá agua para beber; los celulares de rayos láser se podrán comprar en las boticas, pero el sol no volverá a salir; los niños encontrarán el algoritmo de 28 a la quinta potencia con solo cerrar los ojos, pero dentro de 20 años no sabrán de qué color era una golondrina.

Los invito a todos a ponerse de pie antes de que se marchite el último pétalo. Usen el arma prodigiosa del Internet para protestar. Hagan oír su voz. Que el correo electrónico de los colombianos sirva para algo más que mandar chistes y felicitaciones de cumpleaños. Porque, si seguimos así, el día menos pensado no quedará nadie que cumpla años. Ni quién envíe felicitaciones."




JUAN GOSSAÍN


Hola, esta historia la encontré en un blog judio...me pereció muy importate el valor del agradecimiento que fomentan en esta historia.

Cómo nos cambia la vida, cuando mirando hacia atras podemos descubrir cuantas personas han intervenido para que seamos las personas que seamos hoy?

Cuantos nos enseñaron, nos apoyaron, nos guiaron, nos hicieron pensar...y cuantos sin saberlo tambien nos ayudaron tanto e incluso cuantos pensando en hacernos mal terminaron haciendonos el más grande favor de nuestras vidas?...

Hoy solo puedo decir GRACIAS, GRACIAS, a cada persona en mi vida, a los que recuerdo y a los que no...GRACIAS, Dios me ha premiado con personas maravillosas y con otras que han venido como angeles a direccionarme hacia los caminos que debo recorrer, asi que solo puedo decir GRACIAS.


"Algo Viejo, Algo Nuevo"

"¡Oh huau!, que lindos recuerdos me trae este lugar", se maravillo Jill mientras ella y su amiga Sandy prácticamente flotaban con los ojos muy abiertos por el pasillo del jardín infantil.
Ellas habían sido mandadas por su profesora de quinto grado de su actual colegio a entregar un paquete muy importante en la secretaría de la escuela.
"Sabes Sandy, yo no había estado en este edificio en más de cinco años, desde que éramos estudiantes aquí", murmuró Jill mientras se sorprendía con los coloridos murales pintados en las paredes del corredor. Los impecables pero usados juguetes y todo el equipo de juegos parecían ocupar cada ranura disponible.
"Sí, es extraño", comentó su amiga. "A pesar de que todo es nuevo, me parece que todo sigue exactamente igual que cuando nosotras solíamos venir. Bueno, de cualquier manera, ya hicimos nuestro mandado, ahora vamos".
Pero Jill no se movió. "Sandy, primero debemos hacer algo muy importante", dijo con preocupación.
"¿Qué cosa?", preguntó su amiga sorprendida. "Bueno, tenemos que pasar a visitar a la Sra. Laster. Vi su nombre en una de las salas de clase mientras caminábamos hacia la oficina".
"¿La Sra. Laster?, ¿para qué tenemos que verla?, supuestamente teníamos que entregar el paquete en la secretaria y ya, ¿no es cierto?"
Justo entonces sonó la campana del recreo y las niñas se movieron a un lado para dejar pasar a un grupo de agitadas preescolares que atravesaban el pasillo. Jill miró a su amiga incrédulamente. "¿Cómo podemos estar aquí y no ir a visitar a la Sra. Laster? Ella fue nuestra primera profesora. ¿No te acuerdas lo amorosa que era con nosotras? ¡Amábamos su clase!".
Sandy se encogió de hombros. "Sí, pero eso fue hace muchos años atrás. No tiene nada que ver con el presente".
Jill levanto sus manos con sorpresa. "¡Tiene mucho que ver con el presente! Dime algo, ¿tú sabes leer y escribir?".
"Espero que sí, porque tengo que entregar un reporte mañana", respondió su amiga irónicamente.
"Bueno, ¿quién te enseñó?, protesto Jill.
Sandy pensó por un momento "Fue la... la Sra. Laster. Me acuerdo de nuestro cuadernillo de trabajos", ella admitió.
"Bueno, ¿no es suficiente razón para pasar a saludarla y decirle que la apreciamos?, dijo Jill con una sonrisa.
Sandy se quedó callada. Después de un momento sonrió. "Tienes razón" asintió Sandy. "¡Ahora recuerdo que la Sra. Laster también me enseñó a atarme los zapatos! Y recuerdo el momento en que uno de mis dientes de leche se cayó en clases. Yo estaba tan asustada, pero la Sra. Laster me hizo sentir tan bien al respecto... realmente debemos ir a verla, ¿verdad?
Las dos amigas se miraron, y al mismo tiempo dieron la vuelta en el pasillo y golpearon la puerta de su antigua profesora. "Me pregunto si nos recordará", murmuró Jill.
Las niñas estaban nerviosas mientras la puerta se abría lentamente. Una señora mayor pulcramente vestida miro interrogantemente a las dos niñas de quinto grado por un segundo, y luego inmediatamente sonrió ampliamente. "¡Yo las conozco! ¡Tú eres Sandy y tú eres... Jill! Exclamó la Sra. Laster. "¡Qué maravillosa sorpresa!".
Ella y sus antiguas alumnas tuvieron una estupenda conversación, y las niñas expresaron su gratitud por todo lo que ella había hecho por ellas. Mientras las acompañaba a la puerta, la Sra. Laster las miró fijamente y les dijo con calidez, "muchas gracias por haber venido. Cuando veo como mis antiguas estudiantes se han transformado en maravillosas señoritas, eso hace que todo el esfuerzo valga la pena".
Las niñas salieron sintiéndose muy bien, muy contentas de haber recordado y apreciado a alguien que había hecho tanto por ellas.

Escuchar y Oir

Hoy me topé con esta bastante acertada opinion y considero oportuno compartirlo con ustedes, porque a mi me ha pasado miles de veces precisamente esto...
Estar tan inmersa en una situación que no veo lo evidente...o estoy viendo lo evidente y me cuesta comprender como el afectado no lo ve...vale la pena leer esto además objetivamente es acertado realmente.





Una Lección de Vida

Los egipcios acababan de experimentar siete severas plagas que Dios había enviado sobre ellos. Y a pesar de que el Faraón también había atestiguado todas estas plagas, él todavía permanecía inmóvil y se negaba a liberar a los judíos. Sin embargo, los sirvientes del Faraón tenían completa claridad; si los judíos no eran liberados, entonces Egipto y sus habitantes serían completamente destruidos.
¿Cómo es posible que el Faraón no haya visto lo que era absolutamente evidente para el resto?

La razón es que a veces, estamos demasiado cerca de una situación como para verla objetivamente. Como el Faraón era el que estaba hablando directamente con Moisés, él estaba demasiado cargado emocionalmente con lo que estaba ocurriendo con “su” país. Demasiado cerca del bosque como para ver los árboles. El Faraón -así como muchos de nosotros que estamos demasiado cerca de algo en nuestras propias vidas- tenía la creencia equivocada de que como estaba más cerca y por lo tanto conocía mejor la situación, estaba también en la mejor posición para decidir que debía hacerse. Y por lo tanto, no aceptaba otras ideas u opiniones.

Es un tema de objetividad. Cuando alguien está inmerso emocionalmente en algo, entonces, por definición esa persona no tendrá objetividad. ¿Cuán a menudo escuchamos acerca de alguien que está involucrado en una relación sentimental poco sana, y que al mismo tiempo no puede ver lo perjudicial que es? Y justifica su posición de “mente-cerrada” porque piensa que “nadie conoce a mi pareja como yo”. Esa es precisamente la razón por la cual nunca podrá ser objetivo/a y actuar racionalmente. Cualquiera que esté demasiado cerca a una situación, pierde de vista la “imagen completa” y no puede ver con claridad.

Por esta razón es imperativo buscar a otras personas y pedirles sinceramente un consejo. Nuestra naturaleza humana generalmente descarta lo que los demás nos dicen. Esto es porque si adoptamos sus puntos de vista, entonces tendremos que admitir ante nosotros mismos que estábamos equivocados. Esta “conveniente” mentalidad de no escuchar los buenos consejos es la razón por la cual la gente sigue racionalizando sus malas conductas en vez de cambiarlas.

Con esta filosofía uno nunca podrá crecer o cambiar para bien. Las grandes personas son capaces de admitir sus errores del pasado y luego, basándose en nuevas perspectivas, son capaces de tomar decisiones sanas y productivas.

Así que escucha a aquellas personas que están a tu alrededor que te conocen bien y cuyas opiniones valoras. Pero al final de cuentas la decisión es tuya, así que combate el deseo de justificar tus acciones del pasado y comienza a tomar los buenos consejos. Y aunque esto puede ser difícil para tu ego, al final te convertirás en una gran persona.